Viñeta II (parte final)

A veces uno no ve las señales de cambio. No importa que tan claras sean. Es fácil engañarse a si mismo, ponerse una venda en los ojos y hacer como si no pasará nada. Salir a jugar entre los árboles, cerca de un lago, sonreír y dar vueltas, saltar en el aire, dejarse llevar por el viento… ser feliz, porque quizás ya jamás podrás serlo de nuevo.

… y de repente, el sol desaparece, las nubes se apoderan del firmamento y una gélida lluvia golpea nuestros cuerpos… corremos a refugiarnos juntos en una cueva. Me acerco a tí, asustada por algo que no supe definir. Te abrazo con fuerza, queriendo pedirte que jamás me dejes… pero mis labios no se abrieron, ni entonces ni después, para decirte todo eso que sentía, todo lo que realmente deseaba, más allá de cualquier cosa en el infinito. ¿Me arrepiento ahora? No. Pero duele. Duele verte en ese pasado que guarda mi memoria; duele verte ahora; duele saber que nunca más podremos disfrutar de esos momentos…

Duele ser una sobreviviente.

Duele saber que me engañaste, que nunca me dijiste nada de lo que sabías…

… y lo que más me duele… es saber que me dejaste ir así, fácil, como si no te importará, como si fuera tan sólo un objeto más…

— No quiero.

— Es por tu bien, él te cuidara.

— … yo me puedo cuidar sola.

— No seas necia. El te desea, así que le perteneces. No puedes discutir una decisión como esa, Cassilda… – sonríes con frialdad, preparando el golpe final que me mantendrá callada por un largo rato –… la flamante nueva esposa de Hastur.